Para un martes trece

Hoy tengo ganas de llorar.
Putos martes trece.
Lo que hoy tenía que ser un día especial y perfecto, se ha convertido en una grandísima mierda.

Me acuesto pensando es esas veces que duermo a tu lado, me acuesto pensando que cada día se me hace más difícil conciliar el sueño estando sola entre las sábanas, que la almohada no cicatriza porque hoy no dejarás el olor de tu pelo.
Y, me acuerdo de esa palabra, que me recorre de arriba a abajo con un gran cosquilleo hasta dejarme muda y estúpida sin saber que contestar cuando dices que me amas.

Quiero llorar y ahogarme en mis propias lágrimas, quiero no tener miedos de contestarte con la misma rapidez y decirte que yo también te amo, y soltarte por la boca todas aquellas cosas que por mi cabeza flotan cada vez que me hablas, me miras, me abrazas, me besas....

¡Estúpida!
Estúpida adolescente de hormonas revueltas que ya no sabe donde estacionar su corazón con tantos declives del terreno.

En días como hoy, parece que me hundo en fango, que alguien siempre busca como seguir empujando para verme caer, perder....
En días como hoy, sería perfecto desaparecer, no existir para nadie, mandarlo todo a la puta mierda o salir cagando leches de los lugares donde frecuente mucha gente conocida.

Hoy martes trece de diciembre, hacen ocho desde aquel primer día, desde aquel primer beso, desde aquella perdición a todas y cada una de mis vísceras que contienen un sentimiento más alarmante de lo normal hacia cada una de las señales que tu corazón le manda.
Cosas sin importancia, que parece ser que solo a mi me importan.

Todo podría haber sido diferente, hoy no es un buen día para mucha gente, hoy no es un buen día para nosotras.
Tenía la solución desde el principio, pero no la quisiste escuchar.

Hoy no es un buen día para hablar, prefiere ausentarse.
Si lees esto.
Buenas noches, te veré en el lugar de siempre y a la misma hora.